Museo Del Oro Essay, Research Paper
Julio Vanegas
Mr.Copeland
H. Espanol IV
30 September 1999
MUSEO DEL ORO
“Hace an,os la tierra se seco,. Acida. Dejaron de crecer las cosechas, se detuvo la lluvia, nuestra comunidad in di,gena debio, abandonar ses parcelas. Como si la vida se hubiera acabado en ese parte de la Sierra. Esto sucedio hace trece an,os. Y todo, porque se nos llevaron una pieza de oro que estaba enterrada. La sacaron y se la llevaron. Desde entonces la estamos buscando… para que esta vuelva a ser fertil, para que esta vuelva a ser fertil, para que crezcan las cosechas”.
Estas eran las palabras de Luis Napoleon. Uno de los 300,000 indigenas que aun subsisten en Colombia. Y se referia a un pectoral redondo con una representacion de Sirankua, su dios. La dibujo con precision en un papel cualquiera. Sabia de que estaba hablando. Y hablaba con conviccion y rabia. Seguro de que la pieza estaria quizas en ek Museo del Oro de Bogota. La pedia en nombre de su comunidad para devolverle la fertilidad a la tierra, la vida. Pero la pieza no estaba en el Museo del Oro.
Esto ocurrio en valledupar en octubre de 1983 a raizde la inauguracion de la exposicion itinerante del Museo del Oro. Trescientos ochenta y trea anos despues de que los tairona, los antepasados del indigena que buscaba la pieza de oro para devolversela a la tierra, hubieran perdido la ultima gran batalla, despues de casi un siglo de resistencia frente al conquistador espanol. Trescientos ochenta y tres anos desoues de que vivienas hubieran sido incendiadas y de que los antecesores de los que hoy sobreviven en la Sierra hubieran huido a las montanas altas para salvarse del espanol. Y aun esta vivia su memoria. Tal seria la fuerza, la solidez de sus creencias, el poder, la importancia mitica del oro en su cultura, en la cultura de nuestros antepasados indigenas que trescientos ochenta y tres anos de constante persecucion, de bombardo cultual occidental, cristiano, a traves de los misioneros, de marginalidad, pobrza y olvido no le han confundido el significado del oro. Nada que ver con el que hoy en dia tiene. Para ellos, el oro era la vida. Les daba la respiracion. Para oro vivian y para el oro morian.
Asi, lo que sucede con el pectoral tairona que pedia el indigena, occurre con la 32,000 piezas de oro, aproximadamente, que durante cuarenta anos ha ido adquiriendo y preservando el Banco de la Republica a traves del Museo del Oro. Todas ellas tienen un valor que trasciende su precio como simple metal precioso, peus constituyen una huella clave para comprnder nuestra mas antigua cultura: la indigena. Son obejtos repletos de significado. A veces incomprensible. Bellos objetos llenos de sentido: el oro relacionado al sol, el sol pricncipio de la creacion, de la voda. El oro principio de la fertilidad para los hombres, para la tierra: posiblidad de procrecion, de supervivencia, de reproduccion.
Para nuestros antepasados precolombinos- es decir quienes habitaban las tierras americanas antes de la llegada de Cristobol Colon, en 1492-, ni la forma, ni el color, ni las aleaciones, ne el olor de los metales que empleaban , combinandolos, para producir los maravillosos pectorales, narigueras, orejeras, collares, colgantes con representaciones de animales y hombres, eran gratuitos. Nada era arbitario. Todo tenia un sentido intencional relacionado a este concepto de la procreacion y fertilidad. Los objetos de oro no se llevababan como simple decoracion, por prestigio o por riqueza; su importancia real no residia en su valor comercial y material, eran objetos transmisores de poderes y de estimulos sensoriales y hoy, despues de siglos, los indigenes de la sierra Nevada de Santa Marta, del antiplano cundiboyacense, del amazonas, siguen respetando este significado.
El conquistador espanol nada entendio. Derritio cuanto encontro: ;as figuras, los andornos, los pagamentos, los simbolos atavicos capaces de transmitirles fuerza a milliones de indigenas fueron convertidos en lingotes de oro macizo enviados a Espana para enriquecer la corona. Cuatro milenios de cultura fueron arrasados en menos de cien anos. Este hecho, el contacto occidente, con Europa, marco sin embargo el comienzo de la nueva historia americana: la historia del mestizaje de las
Quedan pues como tesimonio de la complejidad, la fuerza, el poder magico y la consistencia cultural de nuestros antepasados indigenas las piezas de ceramica y oro que hoy pueden apreciarse en el Museo y algunas otras de colecciones particulares, que se salvaron porque fueron encontradas enterradas tiempo despues de la conquita. Incluso hasta el siglo pasado muchas se fundiam y destruian, no se apreciaba su valor y solo hasta 1938 cuando el Banco de la Republica comenzo a adquirir gran cantidad de estas se les logro dar entidad como patrimonio cultural. La sede principal del Museo del Oro esta en Bogota y el blanco de la rebublica ha logrado completar una red de siete museos regionales: en Cartagena el Sinu, en Sant Marta el Tairona, en Pasca el Muisca, en Pasto e Ipiales el Narino y tumaco, en Ibague el Tolima, en Cali el Calima y en Armenia el Quimbaya.
Las Grandes Ceremonias
Tal ves por la misma razon por la cual nuestros antepasados no manejaban el oro con un concepto prosiaco, mercantilista, eran exuberantes y majestuosos en sus ceremonias, en sus rituales. Cuando no lo enterraban, devolviendo a la tierra, de donde habia salido, lo arrojaban a las lagunas. De alli el mito de el dorado, representado en el museo por la barquita muisca, cuya fama trascendio los limites del territorio colombiano convirtiendose en uno de los grandes atractivos para los conquistadores.
Las fastuosas ceremonias fueron descritas asi: “Estaba la laguna toda en redondo rodeada de infinidad de indios e indias, con mucha plumeria, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la balsa el sahumerio, lo encendian en tierra, en tal manera, que el humo impedia la luz del dia. A esta iempo desnudaban al herdero y lo untaban con una tierra pegajoso y lo espolvoreaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metianle en la balsa, en la cual iba parado y a los pies le ponian un gran monton de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con el en la balsa cuatro caciques, los mas principales sus sujetos muy aderezados de plumeria, coronoas de oro, brazaletes y chagualas y orejeras de oro, tambien desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra comenzaban los instrumentos, corentas, fotutos y otros instrumentos, y con esto un agran voceria que atronaba montes y valles, y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde con una bandera se hacia senal para el silencio. Hacia el indio dorado su ofrecimento echando todo el oro que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenian levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaban la grita, gaitas y fortutos con muy largos corros de balsa y danzas a su ,odo; con la cual ceremonia recibian al nuevo electo y quedaba reconocido por senor principe.
La ceremonia descrita se hacia para rendir culto a las deidades de la tribu, particularmente a las que residian en el fondo de la laguna. Segun la leyenda, Guatativa era uno de los mas poderosos y ricos caciques musicas, por la fertilidad de las tierras donde reinaba y en especial por la habilidad de sus subditos para los trabajos de orfebreria, cuyas obras habian alcanzado gran fama en todos los cacicazagos de esta area.
No se cuenta con muchos testimonios como este, pero todo hace pensar que estas fastuosas ceremonias eran comunes en todas las regiones. No era un derroche de oro, era un derroche de vida. Asi los objetos que aun se conservan en el Museo son en cantidad una infima parte de la abundancia que habia en nuestras tierras, pero son una muestra muy representativa de su significado, de su simbologia, de los multiples contenidos que nuestros antepasados indigenas alcanzaron a impregnarles a las piezas de oro.
Y asi, a veces hay que pensarlo, los espanoles no solo arrasaron con sus dioses, con sus creencias, sino con sus vidas… y detras de la muerte quedo la melancolia. Esa melancolia que hace parte de nuestro set latinoamericano. La melancolia de lo perdido…, eso cuya ultima huella ha quedado en Colombia, en el Museo del Oro.
321